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La Eucaristía nos transforma en una fraternidad para sanar las heridas


Con una plaza de San Francisco totalmente llena de fieles, la tarde de este sábado 14 de septiembre se celebró la Santa Misa, con la que se dio inicio a la procesión con el Santísimo Sacramento, por las calles del centro histórico de Quito. La celebración fue presidida por el Arzobispo de Guayaquil y Presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, Monseñor Luis Cabrera, ofm.

La celebración litúrgica y la posterior procesión eucarística fue una de las actividades abiertas del 53° Congreso Eucarístico Internacional, para permitir que los fieles de la capital puedan vivir la mayor fiesta eucarística.

En su homilía, Monseñor Cabrera destacó que la celebración eucarística se realice en la histórica plaza que “ha sido el escenario de distintas manifestaciones sociales, religiosas y políticas”. Según dijo, en esta plaza se han congregado tanto para “cantar a la vida y la esperanza”, como para “celebrar la reconciliación y la paz y reclamar la libertad y la justicia”.

Al reflexionar sobre el texto del Evangelio según San Juan (3, 13-17) que se proclamó en la celebración eucarística, dijo que el motivo por el que Dios envío a Jesús es por el “amor entrañable del Padre al mundo; la finalidad la salvación y la vida eterna; y el modo la eucaristía y la cruz”, por lo que consideró que la respuesta nuestra debe ser expresar “la fe en el Hijo”.

Agregó que la expresión sobre lo mucho que “amó Dios al mundo nos llena de admiración, de gratitud y de alegría.  De admiración, porque nadie podía sospechar la inmensidad de su amor; de gratitud, porque su amor supera todo cálculo, mérito, exigencia o derecho; y, de alegría, porque el corazón salta de gozo al saber y sentirse amado sin mérito alguno”.

Un amor sin condiciones ni exclusiones

Comentó que el amor de Dios es un “amor gratuito, un amor compasivo, un amor fiel, que no excluye a nadie, por su condición social, religiosa, moral, económica o cultural. Dios ama a este mundo concreto, con sus grandezas y miserias, sus aciertos y errores, sus alegrías y tristezas. Dios ama a esta tierra, muchas veces contaminada y explotada, como también animada por grandes iniciativas de cuidado y respeto”, dijo.

Según dijo, la finalidad del amor de Dios es para “salvar y dar vida.  Dios envía a su único hijo al mundo, no para condenarle sino para salvarle y darle la vida eterna”.

Eucaristía que sana las heridas

Citando al Papa Francisco, dijo que la Eucaristía “no es el premio de los santos, es el pan de los pecadores. La Eucaristía nos transforma en una fraternidad para sanar las heridas del mundo personal y social, muchas veces causadas por el abandono, la violencia, la enfermedad y la muerte”, agregó.

Para Monseñor Cabrera, “es importante que asumamos las actitudes del buen samaritano que se acerca a la víctima de la violencia, los mira con amor, se conmueve por su sufrimiento y les cura con la ternura y el perdón”.

Apuntó que nuestro compromiso debe ser también el de “curar las heridas de las víctimas de toda forma de abuso de poder, de conciencia y sexual. Estamos llamados, igualmente, a acercarnos a los victimarios para decirles que Jesús quiere salvarnos, pero para ello deben convertirse, o salir de su egoísmo o inconciencia, reconocer su delito, pedir perdón a las víctimas y reparar sus vidas. Jesús nos salva del pecado, y nos da la vida eterna para que podamos sanar las heridas del mundo”, dijo.

Procesión con el Santísimo Sacramento

Luego de concluida la liturgia de la Palabra y la de la Eucaristía se dio inicio a la procesión con el Santísimo Sacramento por varias calles del centro histórico de Quito, que fueron adornadas con decenas de alfombras de flores, con llamativos diseños eucarísticos.

La ruta de la procesión comenzó en la plaza de San Francisco, luego continuó por la calle Bolívar, hacia la García Moreno, hasta la calle Oriente, para bajar hasta la calle Venezuela y continuar hasta la Basílica del Voto Nacional.

Durante el recorrido se realizaron siete paradas, en las que se oró por las intenciones del Santo Padre, de la Iglesia; por el país, la ciudad y sus autoridades; así como por la vida Religiosa, la familia, la paz; la niñez y juventud; y, por agentes de pastoral.

La procesión concluyó en el atrio de la Basílica del Voto Nacional, con la bendición que impartió el Legado Pontificio, Cardenal Baltazar Porras Cardoso, con el Santísimo Sacramento.

El 53° Congreso Eucarístico Internacional concluirá este domingo 15 de septiembre con la Santa Misa de Clausura o Statio Orbis, que se celebrará en la explanada del parque Bicentenario y que será presidida por el Cardenal Porras Cardoso, como Legado del Santo Padre y que será concelebrada por varios obispos que llegaron al país para participar en el Congreso Eucarístico Internacional 2024.

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